17 de abril de 2024

Cuando seas grande

Por Elvira Luna Pineda
La autora de esta columna es Abogada y Vicepresidenta Nacional de la Academia de Género de la CONCAAM

¿Qué serás cuándo seas grande? Esta pregunta se les formuló a mujeres y hombres adolescentes que en situación de conflicto con la ley se encuentran en Centros de Internamiento y Tratamiento para adolescentes de Baja California. Analicemos el caso de Cecilia. A sus 17 años de edad ingresó a un centro de internamiento, lleva ahí más de tres años y le faltan seis más para cumplir la medida legal que le fue impuesta. ¿Cuál es la historia de esta chica? ¿Por qué está cumpliendo una sentencia –en lenguaje de adultos-?

Cuando era pequeña a Cecilia no le gustaba ir a la escuela porque la maltrataban. Ella misma acepta que después le gustó –la escuela- porque ya se sabía defender y así fue como terminó la secundaria. La detuvieron y no pudo continuar sus estudios. A los 12 años  empezó a trabajar como jornalera, panadera, cajera y niñera. Al ser la mayor de cuatro hermanos, gran parte de lo que ganaba era para el sostenimiento de su familia, la situación económica familiar era muy precaria y a veces no había ni para comer. Su padre trabajó un tiempo en Estados Unidos y luego regresó, su trabajo era albañil y su madre en el hogar. Al recordar a su padre los golpes, la humillación y los insultos frecuentes vienen a su mente. El uso de alcohol o drogas hacía que la violencia se recrudeciera en su vida. A su madre la recuerda como su motivo de “seguir siendo un ser humano”.

Como gran cantidad de niños y niñas en nuestro país, Cecilia expresa al grupo de expertos que la entrevistan, que creció con mucho resentimiento. Señala que en el pueblo donde vivía “maltrataban mucho a las mujeres, las golpeaban y las casaban a la fuerza; yo no acepté eso”. Ella se negó a pasar de los golpes del padre a los golpes del marido y con los medios a su alcance como miles de niños y niñas, los criminales la introdujeron en la ilegalidad y así fue acusada de homicidio calificado; ella dice: “me pagaron por hacerlo, lo hice y por eso vine a dar aquí. Desde los 5 años comencé robando, después entré en peleas clandestinas en el Distrito Federal, me entrenaron y me regalaron una canasta de pan. Después ya me fui a asaltar a Tijuana en donde me adiestraron en la guerra en contra de los guachos, luego me volví sicaria y me ofrecieron 200 mil pesos por matar a una persona y los acepté; lo maté con una daga”.

Fue detenida por militares y sobre su detención señala: “como estoy entrenada, no me pudieron atrapar, tuvieron que cerrar las carreteras”. Su sentencia es justa, ella así lo califica. “Cuando seas grande: ¿qué te gustaría hacer, cuál sería tu sueño?” Son preguntas directas a las que responde que cuando salga le gustaría ingresar al Ejército y estudiar Ingeniería. Su sueño sería llegar a ser “General de tres estrellas”. Opina que “todas las chicas que estamos aquí venimos de lugares violentos y el personal no nos ayuda porque no está capacitado”. El relato sobre Cecilia es parte del reciente estudio denominado “La reinserción socio familiar de los adolescentes en conflicto con la ley. De la situación actual hacia una propuesta de intervención” realizado por la doctora Elena Azaola, investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), en el cual nos muestra el abandono de la niñez y la adolescencia con precisión alarmante. La semana pasada, señalé en esta columna que la criminalidad, la ilegalidad, las drogas y la violencia están más cercanas de niños, niñas y adolescentes que las políticas sociales y las oportunidades de desarrollo. ¿Qué opinas tú? ¿Qué haces para que la niñez no siga creciendo en estos entornos? Definitivamente los niños y las niñas no nacen siendo delincuentes, sin embargo, -sin justificar a nadie en absoluto- encuentran una sociedad que les cierra el camino. Para la reflexión la frase de Pitágoras: “Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres”.

 

 

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